martes, 23 de abril de 2013

Gia y Gabriella



20 de Abril de 2013



Permítame presentarme formalmente. Mi nombre es Gabriella Giovanni.



El motivo de este mensaje es contarle a grandes rasgos la historia de mi vida y muerte... y existencia posterior a mi muerte clínica, que va estrechamente ligada con la de mi hermana gemela, Gia Giovanni, por lo que al contar mi historia contaré también la de ella.


Empezaré ... já! por el principio, es decir por nuestra llegada al mundo.


Nacimos en Venecia, hace exactamente 200 años... un día como el complemento de esta noche. Hoy es nuestro cumpleaños, jaja, curioso, no lo cree? Gia fue la primera en asomar la cabeza al exterior del vientre de nuestra madre, a la que tuvimos cerca de 8 horas en labor de parto. Es una verdadera suerte que no haya muerto en ese momento. Nuestro padre no se encontraba ese día en casa, era uno de los abogados de la familia y lo pasaba de un país a otro, de un caso a otro.
Supongo que usted sabe como es nuestra familia... en cualquier caso le explicaré brevemente. La familia Giovanni es una de las más antiguas de Venecia, y de Italia entera, de tradición comerciante desde la Edad Media. Emparentados estrechamente con los Medici y los Borgia, desde el Renacimiento ha sido una familia de alcurnia con una buena posición dentro de la sociedad italiana, lo que se mantiene hasta nuestros días. Somos una familia numerosa, siempre lo hemos sido, y entre todos trabajamos por mantener nuestra posición social. Desde que nacemos somos educados para eso. Somos una gran empresa, en la que cada integrante es designado a un puesto diferente. A nuesto padre le gustó la abogacía, y fue impulsado para ejercerla desde muy joven por las cabezas de la familia.

Nuestra figura paterna todo la vida fue nuestro tío Antonio. Desde pequeñas estuvo siempre cercano, contestando pacientemente nuestras preguntas y contándonos innumerables historias sobre cualquier tema; esperábamos con ansia su llegada porque siempre tenía un presente para nosotras, así que tratábamos de permanecer despiertas hasta que apareciera en casa por las noches, normalmente después de la cena; en realidad no convivimos mucho con él como niñas, pero conforme fuimos creciendo se nos permitió establecer largas charlas con él, hasta la media noche. Siempre fué un hombre canoso, pero vigoroso y bien parecido. Antonio... es decir, nuestro tío logró despertar en Gia y en mi una curiosidad sobre el funcionamiento de la naturaleza, la vida y la muerte, ya que era un hombre de ciencia.

Cuando cumplimos 13 años, y viendo nuestro interés por el estudio de la naturaleza, Antonio nos contrató un maestro que asistía a casa todas las tardes a enseñarnos ciencia; era un amigo suyo de la universidad de Salamanca dedicado al estudio de las enfermedades en humanos y animales. Al cumplir nosotras los 15, el maestro ya no pudo solucionar todas nuestras dudas, así que Antonio le propuso a nuestros padres llevarnos con él a Londres, en donde tenía varios colegas y amigos que podrían seguir enseñándonos, además de el acceso a grandes bibliotecas. Mis padres aceptaron y nos enviaron con mi tío, las nanas y choferes. Durante 5 años vivimos en Londres, bajo la custodia del tío Antonio y las enseñanzas de sus amgos de la Royal Society of London, algunos médicos de St. Georges y St. Bartholomew , como el simpático James Piaget y el señor Pasteur.

Al término de ese periodo regresamos a Italia. Pasamos un par de años en Roma, con otros parientes, en donde sin darnos cuenta aprendimos más a fondo la gestión de los recursos económicos, ya que la familia siempre había sido una gran empresa. Por otra parte comenzamos a poner más atención a los rumores e historias de la familia. Desde pequeñas nos acostumbramos a escuchar extrañas narraciones sobre algunos parientes, y sabíamos que se hablaba del “el secreto de la familia”, al que no todos tenían acceso.

Regresamos a Venecia para nuestro cumpleaños 23, en donde volvimos a ver a nuestros padres y a nuestro tío, quien en esta ocasión no nos acompañó a Roma.

Una noche, Antonio nos invitó a cenar solo a Gia y a mí a su casa. Él, como siempre solo bebió una copa de vino, pero la cena fue exquisita, y la charla aún más. En la sobremesa adquirió un semblante solemne y nos pidió que pusiéramos mucha atención en lo que estaba a punto de contarnos; Gia y yo nos volteamos a ver algo divertidas, pero conocíamos nuestros modales, así que lo escuchamos como había pedido. Nos empezó a hablar sobre la historia de la familia, una historia que habíamos escuchado cientos de veces, sin embargo esta vez había mas detalles, como si fueran anécdotas las que contara. Poco a poco la historia se fue tiñendo de misterio y magia, lo que nos tenía fascinadas. Al terminar la velada sabíamos que los vampiros existían, que la mitad de nuestra familia lo eran, incluyendo a Antonio, y que nosostras, si lo deseábamos, estábamos consideradas para ser transformadas y recibir el regalo de la vida eterna. Nos dió un periodo de tiempo para que lo pensáramos, pero Gia y yo lo habíamos decidido esa misma noche. Queríamos la eternidad para poder hacer y deshacer sin prisas... tantos planes... y no envejecer jamás.
La siguente noche fuimos a buscarlo para darle nuestra respuesta, nos recibió de una forma un poco más austera que la noche anterior, pero lo que ingeriríamos no sería comida ni bebida, sería algo mucho mejor, algo que nos daría fuerza y que nos acercaría a lo que él era... su sangre. A partir de ese momento fuimos sus discípulas y ayudantes. Pasaron apenas tres años antes de que decidiera abrazarnos, puesto que demostramos tener un talento innato con las artes nigrománticas, además de haberle robado el corazón el día que nacimos. Una noche el consejo nos citó a los tres. Fué un ritual de tres días y tres noches. Al llegar la cuarta noche desperté en una de las habitaciones de la mansión de Antonio. Gia estaba sentada en la cama esperándome, había vuelto a nacer antes que yo. Estaba fascinada con todas las nuevas sensaciones, que en pocos instantes comenzamos a compartir.

Durante décadas fuimos y venimos los tres por el mundo. La primera década mi querida hermana y yo fuimos algo... efusivas. El pobre de Antonio tenía problemas en controlarnos y enseñarnos, pero el gran cariño que nos profesaba lo volvía algo laxo con nuestra disciplina. Fueron buenos tiempos, conocimos casi toda Europa occidental, y a otros vampiros... lo que no siempre resultó grato. Estuvimos un tiempo con unos Malkavian en un circo, en donde Gia se hizo de un gran tigre blanco que trataba como a un pequeño gato al que nombró Giotto. El amor fué mutuo desde el principio, lo que no es común entre nosotros y los animales... probablemente su instinto les advierte sobre nuestra naturaleza, pero no fué el caso. Cuando murió lo trajo de regreso del inframundo, con mi ayuda y la de Antonio, convirtiéndolo en un zombie... que hasta la fecha es su adorada mascota. Es un gato adorable. Las décadas que vinieron fuimos madurando y moderando nuestro temperamento, ya que entendimos que había problemas que preferíamos evitar.

Antonio nos enseñó todo sobre la familia, la sociedad de los vampiros en el mundo y sus normas, y sobre magias nigrománticas. En 1888 viajamos a México, atraidos por el interés que despertaba en nosotros su relación con los muertos. Fuimos muy bien recibidos por la alta sociedad de este país, ya que su presidente, Don Porfirio Díaz, un simpático señor de piel morena y cabello blanco, estimaba mucho a todos y todo lo que viniera de europa.

Nos instalamos en un pequeño pueblo colonial cercano a la ciudad, llamado Coyoacán, en una modesta mansión en la calle principal, que actualmente se llama Francisco Sosa. Esta guarida era ideal, ya que nos daba la privacidad necesaria sin perder la cercanía con la capital. Y en poco tiempo, gracias a nuestras habilidades comerciantes, carisma, a la política del país y a nuestra solvencia económica entramos en el negocio del café y el chocolate con fines, sobre todo, de exportación a Europa. Compramos algunas hectáreas en Veracrúz, cerca de Catemaco, y otras en Oaxaca, lugares que convenientemente tienen fuertes tradiciones de chamanes y brujos, desarrollando un par de fincas prolíferas con ayuda de algunos familiares humanos que se mudaron con nosotros. Nos hicimos de varios interesantes clientes, colegas, amigos y sirvientes... y de uno que otro enemigo, por supuesto... pero uno se acostumbra a ser incomprendido por algunas personas.
Dividíamos el año entre la casa de Coyoacán y las fincas, algunas veces juntos, otras separados administrando un lugar cada uno, pero cuando estábamos juntos era para los rituales y la nigromancia.
La primera celebración de dia de muertos que vivimos fué realmente impresionate y hermosa. Pudimos abrir varios portales al inframundo de manera casi espontánea. Nunca he visto el inframundo tan colorido y festivo como durante esas noches del año en este país. Los muertos y los vivos conviven cercanamente de la manera mas natural. Los muertos recuerdan quienes fueron y prácticamente se materializan de nuevo, felices de ser recordados año con año.

Éramos realmente felices y vivíamos en calma y prosperidad cuando llegó la Revolución, tiempo de abundancia. Esa fué una etapa un poco menos cómoda, pero de mucha comida fácil y oportunidades nuevas. Fué cuando decidí ejercer la medicina, tan necesaria en las guerras - como enfermera, aunque tenía mas talento que muchos médicos - ... y entonces se nos ocurrió desarrollar el negocio con la sangre entre los otros vampiros, quienes no habían terminado de aceptarnos en la ciudad. Pero como siempre, cuando ofreces un buen servicio que proporciona comodidad a otros, se te abrirán las puertas. Muchos de nosotros aprovechamos y disfrutamos esta época entre el caos. Pero había, como hasta la fecha, muchos vampiros influyentes en las altas esferas de la sociedad, quienes se asustaron al llegar los levantamientos armados como si fuera la misma inquisición, encerrándose en sus sótanos y en los panteones. Algunos tenían miedo incluso a salir de cacería, así que comenzamos a entregar moribundos a domicilio. Posteriormente Gia y yo empezamos a clasificarlos según la calidad de la sangre, lo que le dió otro giro al negocio, haciéndolo un poco mas... gourmet. Con el tiempo ampliamos nuestro mercado a los neófitos abandonados por sus sires. Pero, por supuesto, el precio siempre ha estado en función de la calidad. He de aclarar que esta no era una idea nueva, ya la habían implementado algunos tíos lejanos en Francia, Italia y Austria algunos siglos atrás. No es correcto quitarles el crédito.

En 1938, al estar las cosas mas tranquilas en México, Gia y yo hicimos un viaje a Europa a ver a la familia y a rendir algunas cuentas. Petendía ser un viaje de un par de años, pero estalló la Primera Guerra, lo que nos entretuvo más tiempo del planeado. Antonio se quedó en México, consolidando los negocios en el nuevo régimen y cada vez más inmerso en los estudios de nigromancia.
No regresamos a México hasta mediados de la década de los 50's. Antonio, con ayuda de los abogados familiares y gracias a los amigos nocturnos – y favores - obtenidos durante la revolución gracias al comercio de la sangre, logró establecer y consolidar de nuevo los negocios. Perdimos la finca de Oaxaca, la que recuperamos algunos años despues, pero entró al negocio del tequila. Nos convertimos en los principales proveedores de sangre entre la sociedad vampírica mexicana, incluso empezaron a surgir algunos otros emprendedores, que, por supuesto, no pasaron de comerciantes menores. Al tener una posición tan firme, y aprovechando que Lázaro Cárdenas abrió las puertas del país a todo tipo de refugiados, un buen número de parientes llegaron a establecerse con nosotros... es decir, en el pais, la mayoría de ellos humanos, pero algunos vampiros también tomaron la decisión, debido al ambiente de prosperidad, en el que siempre se ha podido hacer negocio facilmente. Además la Ciudad de México se desarrollaba y aumentaba su población a gran velocidad haciendola atractiva para los vampiros más visionarios.

Cuando Gia y yo regresamos, Antonio se alejó toalmente de los negocios, que lo tenían harto porque le quitaban tiempo preciado para el estudio de la muerte, a pesar de que los verdaderos encargados del manejo de las empresas desde hacía tiempo eran sus abogados y sirvientes. Así que nosotras quedamos a cargo de todo. Nuestro sire dedicaba por completo su tiempo a la nigromancia, y solo colaboraba en el negocio de la sangre cuando era compatible con sus investigaciones. Comenzó a pasar meses enteros sin salir del estudio en el sótano de la casa de Francisco Sosa, y solo a veces, cuando necesitaba algo con los chamanes, se iba a alguna de las fincas. Sin dejar de vigilar los asuntos económicos, mi hermana y yo nos uníamos a sus actividades en cada oportunidad que teníamos. Aprendimos mucho en esa temporada, ya que él avanzaba a pasos agigantados. Su curiosidad no tenía límites, nunca los tuvo. Le gustaba probar de todo. Fué durante ese período también que Gia y yo nos enteramos de la existencia de criaturas como las hadas y demonios... en fin.

Ocurrió terminando la década de los 50's que el caracter de nuestro querido mentor se tornó inquietantemente tranquilo, mucho más pensativo de lo habitual, entrando en frecuentes y prologados estados de aparente contemplación. Dejó de experimentar y solo se dedicaba a escribir y pensar. Hasta que la noche del 30 de octubre de 1966 nos pidió a Gia y a mí que cenármos juntos, en la mesa del comedor, como aquella vez hacía casi 130 años en Venecia, en la que nos reveló el secreto de la familia.

- Hay preguntas que no resolveremos nunca desde el plano material -nos dijo-, y yo necesito esas respuestas. Necesito comprobar si mis teorías son ciertas. Necesito saber que es lo que realmente ocurre. Y la única manera es dejando el plano material, para lo cual requiero de su ayuda. El ritual ya esta diseñado, solo deben seguir mis indicaciones. Todo esta dispuesto para dentro de dos noches.


Esa noche Antonio estuvo charlando animosamente, como tiempo atrás. Refleccionamos sobre la vida y la muerte, sus implicaciones, lo que habíamos comprobado y lo que aún ignorábamos. Nos habló de sus hipótesis sobre diferentes planos de existencia y sobre lo que él creía que le ocurría a los fantasmas cuando resolvían sus asuntos pendientes; sobre lo que consideraba que le ocurría a las almas de los vampiros cuando por alguna razón dejamos nuestro cuerpo. Sobre este último punto se volcó la conversación, hasta que, despues de una prolongada pausa nos reveló por fín sus intenciones.

- Creo que les he enseñado todo lo necesario para que puedan vivir muchos años más de manera segura y cómoda, y lo han asimilado bien. Se han convertido en unas mujeres exitosas en poco tiempo y tienen las armas para enfrentarse al mundo sin mayor problema.



Hizo una pausa y nos observó por un momento, con un semblante casi humano  

Después de otra breve pausa recuperó su gesto habitual, que era más parecido al de una escultura romana clásica, reanudando las indicaciones.

Por primera vez Gia y yo supimos lo que era la nostalgia, incluso desde una noche antes del ritual, pero podíamos entender sus razones. Cuando el momento llegó seguimos sus indicaciones al pié de la letra, y en medio del ritual lo drenamos lentamente, aceptando su último regalo, quedándonos ambas con una parte de él en nuestro ser.